Nuestro MasterChef Oscar “Coto” a Fernandez, un juez codiciado en los campeonatos de cocina

Oscar “Coto” Fernández, aquel querible y entrador participante de MasterChef que provocó la indignación colectiva cuando fue eliminado de la competencia, será jurado en la próxima edición de la feria Caminos y Sabores, que se llevará a cabo en La Rural entre el 6 y el 9 de julio próximo. Esta vez será él quien tenga voz y voto en la elección de un ganador, que tendrá la suerte de poder cocinar junto a él para los visitantes de este gran mercado.

Curiosa vida la de Oscar “Coto” Fernández. Ya pasaron cinco años, pero el recuerdo que la gente tiene de él sigue intacto. Mejor dicho, potenciado. Hoy, a los 38 años, puede dar cátedra no sólo sobre cocina, su profunda vocación, sino sobre algo más hondo aún que lo convierte en un ser especial. Él puede mostrar y demostrar, que los obstáculos que la vida presenta, y vaya si a él se los presentó, pueden sortearse una y otra vez por más dificultosos que parezcan. “Hay que formarse para que, cuando te den la oportunidad, estés preparado. Esa es la clave”, enuncia a LA NACION este robusto personaje de mirada bonachona que también se animó a la actuación y que pronto se lo verá en la pantalla de eltrece protagonizando escenas como “El Gurca” en El Tigre Verón, el nuevo unitario de Polka. Aquella no es una frase más. La dice y se la dice. Casi como un mantra chamánico. “Cuanto mayor es el obstáculo, mayor gloria en superarlo”, rubricó Moliere. Y aquello que el francés inmortalizó bien puede ser una definición cabal del espíritu que guía a este hombre nacido en el Hospital Fiorito de Avellaneda y criado en el barrio 21-24 de Barracas. Allí, en ese sur de la ciudad estigmatizado como villa, donde las necesidades son urgentes, donde alimentarse o sobrevivir a la violencia son desafíos cotidianos, él creció amparado por el esfuerzo de sus padres.

El creador del “Alto Guiso” hoy afronta un nuevo reto. Indudablemente menos traumático, en comparación con los que atravesó en su infancia, pero que lo estimula para demostrar que la vida da mil y una vueltas. Esta es una más. Él, que se presentó a aquel certamen televisivo, emitido por Telefe , para someterse a la evaluación implacable de un jurado integrado por consagrados como Donato de Santis , Germán Martitegui y Christophe Krywonis, ahora estará del otro lado del mostrador. “El ganador demostrará su receta y la cocinará conmigo, estaremos juntos haciendo ese plato y cuando se termine de cocinar, se degustará con el público”.

-Coto, ¿cocinero o chef?

-El chef es quien diseña y el cocinero es quien ejecuta. Me gustan ambos roles.

La tiene clara. La cocina es lo suyo más allá de los rótulos. Tal es su vocación que hasta se dio el lujo de abrir Abundancia Culinaria, su restó de Colegiales que debió cerrar cuando las charlas y demostraciones que ofrece en todo el país colmaron su agenda. “Hoy un cocinero está a la altura de un médico: si hace las cosas mal puede intoxicar o matar a alguien. Es una responsabilidad enorme”. Vaya si está orgulloso de su don este hombre que no le teme a las comparaciones extremas.

Un tipo de acción

En pareja desde hace 21 años con Rossana y papá de Thiago de cinco, Coto no sabe de impedimentos a la hora de llevar adelante un sueño. Un poco por casualidad y otro poco por vocación, también la actuación forma parte de su vida. Comenzó a trabajar a partir del ofrecimiento de Julio Arrieta, el maestro de teatro que daba clases en su barrio, quien le ofreció actuar en Tumberos. Luego vino una participación en el clip “Esperando el impacto” de Bersuit Vergarabat y más tarde, escenas en Farsantes; con Julio Chávez en El Puntero; y con Rodrigo de la Serna en El Lobista y en el film Amigos inseparables. “Siempre hago de malo por esta cara que Dios me dio”.

-Tenés cara amigable, de bonachón…

-Esa es la imagen que doy cuando sonrío.

-Cuando no sonreís, ¿qué cara tenés?

Coto apela a su rol de actor y recuerda el acting de sus tiempos de guardaespaldas profesional.

-Entendido…

Su metro noventa y sus casi cien kilos ahuyentan aún más ante esa mirada penetrante de pocos amigos. Mejor apelar a sus otras facetas. Oscar es chef profesional egresado de la Escuela Mausi Sebess y dicta clases en el Centro de Formación Padre Daniel de la Sierra. Más allá de las caras, Coto sabe el valor de la ayuda solidaria. No se queda en la enunciación. Conoce que la acción activa en el corazón profundo y desgarrado de su barrio. Será por eso que hasta se dio el lujo de cocinar para el entonces Cardenal Jorge Bergoglio cuando colaboraba con el Padre Pepe en la villa de Barracas. “Mi barrio es muy particular. Los domingos, en Caacupé, teníamos actividad con 1200 chicos y, además, les dábamos el desayuno”.

-Parábola maravillosa la de tu vida: de ser juzgado a ser jurado y dar clases.

-Es muy lindo. Trabajo en la calle desde los 9 años así que poder asesorar a otros, es hermoso. Me interesa que mi experiencia pueda ser apreciada por chicos que vienen de muy abajo como yo.

-¿Cómo recordás tu infancia?

-En la Villa 21-24 vivía con mis padres y mis hermanos. Tengo cuerpo y memoria de elefante, por eso me acuerdo de casi todo.

-¿Cuál es la primera imagen que llega a tu retina?

-Los mundiales los veíamos en el comedor de Labardén, en la manzana 18. El único vecino que tenía televisor color, lo llevaba hasta ahí para que todos pudiésemos ver los partidos. En 1989, hubo una hiperinflación y mis padres tuvieron que vender la casa. Entonces nos fuimos a Curitiba, en Brasil, y luego a Asunción, en Paraguay.

-¿Cómo se mantenían económicamente?

-Mis padres jamás me obligaron, ni a mí ni a mis hermanos, a vender, pero nosotros sabíamos que había que ayudar.

-Sentido común y necesidad.

-Salimos a vender por la calle objetos de plástico, cubiertos, lo que sea. Fue complicado. Yo tenía 8 y mi hermano 12, caminábamos mucho.

-¿Por qué regresaron a la Argentina?

-El calor de Paraguay era tremendo y la salud de mi viejo no aguantó el trabajo en el puerto.

-¿Dónde vivieron en Brasil y en Paraguay?

-En Curitiba estuvimos en una favela y en Asunción en un barrio pobre, el María Auxiliadora.

-¿Cómo recordás a tus padres?

-Mi papá era correntino. Mi mamá nació en Curitiba, Brasil, pero se crió en Paraguay. No tenían educación. Mi papá solo había hecho primer grado y mi mamá llegó hasta quinto en Paraguay.

-Alguna vez, ¿pasaste hambre?

-No. Necesidades, sí, muchas. Mis viejos, a la noche, se tomaban un mate cocido y nos decían que comían después, pero lo hacían para darnos a nosotros lo único que tenían. Un padre prefiere que coma el hijo. Faltaba guita y yo me daba cuenta que ellos no comían para darnos a nosotros.

Su padre murió de forma natural en el año 2000. Su madre, en cambio, fue asesinada dentro del barrio en 2002. “Abrazó a sus amigas para salvarlas y le pegaron un tiro”.

-¿Les quisieron robar?

-Sí, fue a la mañana temprano. Mi vieja iba a laburar a la huerta que, ahora, lleva su nombre.

-Alguna vez dijiste que lo que muestra el film Elefante Blanco no es tan fidedigno con respecto a la realidad de la villa.

-Es un mundo aparte lo que sucede dentro de un barrio gris. Es un gueto, se va cerrando. Afuera no se sabe lo que pasa y los chicos de ahí no saben cómo viven los de afuera. Yo fui a la escuela en Parque Patricios y eso me ayudó para conocer cómo se vive afuera de la villa. Ahí aprendí el esfuerzo que hace la gente para pagar sus impuestos, porque en la villa no se paga nada. Cuando quería algo, mi viejo me llevaba a trabajar. Trabajaba desde las cinco de la mañana hasta el mediodía. Luego me bañaba y me iba a la escuela. Eso me hizo valorar lo que cuesta tener algo. En los barrios grises las noticias tienen que ver con saber a quién mataron.

-Hoy se habla de bullying. Tus compañeros de escuela, ¿cómo tomaban tu residencia en la villa?

-Hoy los pibes de los barrios de afuera se quieren parecer a los chicos de la villa. Es como una moda. Los pibes quieren representar un personaje, me parece que porque se los muestra la tele. Antes te miraban mal.

-¿Cómo se hace para progresar en medio de las carencias más urgentes?

-En los barrios hay mucha gente buena y padres que se súper esfuerzan para progresar. Siempre tuve los pies sobre la tierra porque vi muchas cosas feas. Trato de educar a mi hijo de la mejor manera. Uno no elige donde nacer.

-No se elige y, además, se sufre la estigmatización.

-Muchas veces se ponen rótulos injustos. Mis viejos se mataron laburando y, sin embargo, había que pelearla mucho. Por eso yo les digo a los chicos que se formen, que la educación es todo para poder estar donde uno quiera estar, encabezando.

-La meritocracia es un concepto puesto hoy en discusión. Desde tu experiencia, ¿siempre se puede?

-Sí, siempre y cuando tu familia tenga la cultura del trabajo. En mi barrio, así como hay gente buena, hay gente mala también. Lo que en la calle te encontrás a los 21 o 22 años, cuando comenzás a independizarte, en mi barrio te lo topás a los siete.

¿A qué te referís?

-A drogas, armas, muerte.

¿Qué es lo peor que viste o atravesaste?

-Sos un nene, te levantás a la mañana para ir a la canchita a jugar al fútbol con tus amigos y, por esas cosas de la vida, a la madrugada hubo un tiroteo y en la canchita hay un muerto. Ahí no entra la ambulancia rápido. En el mejor de los casos, si tu vieja se aviva, te hace entrar a la casa. Uno ve de todo siendo niño.

-¿Dónde vivís hoy?

-Me compré una casa cerca de allí.

-Imagino tu orgullo.

-Soy el primero de la familia que tiene una casa con su nombre.

-Hablás permanentemente del esfuerzo personal como forjador del destino. ¿Qué sucede con Dios? ¿Sos creyente?

-Sí, claro, creo en Dios y en la Virgen. Si no fuera por ellos, no estaría acá. Mi madre ayudaba a mucha gente, creía, pero, desgraciadamente, murió de nueve tiros en la espalda.

-¿Qué pasa con la fe ante una tragedia tan injusta?

-El de arriba nos da una mochila y uno la puede utilizar para bien o para mal. El hombre que toca fondo ve la vida de otra forma, nunca vuelve a ser como era antes y busca ayudar al otro. De los concursantes de MasterChef, programa que terminó hace cinco años, soy el que más trabaja. A mí me interesa mostrarle a mi gente eso, que se puede. Con mi mujer decidimos, hace 21 años, tomar este camino. Ella es Licenciada en Enfermería con especialización en Pediatría, trabaja en tres lugares diferentes y enseña en la UBA.

-Thiago sentirá mucho orgullo por sus padres.

-Él va a la escuela, juega, mira la tele, estudia inglés, otra vida.Tenemos videos de cuando vivíamos en el barrio. Nos grabamos saliendo a las cinco de la mañana para mostrarle de dónde venimos.

Crédito: Mauro Alfieri

Diario La Nacion 02 JUL 2019 Link completo de la nota: https://www.lanacion.com.ar/espectaculos/personajes/la-vida-coto-masterchef-vendia-calle-hoy-nid2263709

 

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