Comiendo con los Indios Ranqueles

En su relato “Una excursión a los indios ranqueles”, Lucio V. Mansilla, hijo de un guerrero de la Independencia, nos cuenta una experiencia gastronómica inolvidable que tuvo a fines de los años 1860.

“Haría cinco minutos que conversábamos cuando (…) trajeron de comer. Entraron varios (cristianos) cautivos y cautivas trayendo grandes y cóncavos platos de madera, hechos por los mismos indios, rebosando de carne cocida y caldo aderezado con cebolla, ají y harina de maíz. Estaba excelente, caliente, suculento y cocinado con visible esmero.

Las cucharas eran de madera, de hierro, de plata, los tenedores lo mismo; los cuchillos, comunes.

A cada cual le tocó un plato como una fuente. Mientras se comía, se charlaba. (…) Se acabó el primer plato y trajeron otro, como para frailes pantagruélicos, lleno de asado de vaca, riquísimo. Materialmente me chupé los dedos con él (…). Después del asado nos sirvieron algarroba pisada, maíz tostado y molido, a manera de postre: es bueno.

Trajeron agua en vasos, jarros y chambaos (es un jarrito de aspa), y a indicación del dueño de casa, que con impaciencia gritó varias veces: ¡Trapo!, ¡Trapo! (los indios no tienen una voz equivalente), unos cuantos pedazos de género de distintas clases y colores para que nos limpiáramos la boca.

Se acabó la comida y empezó el turno de la bebida. (…) . Los indios beben, como todo el mundo, por la boca. Pero ellos no beben comiendo. Beber es un acto aparte. Nada es para ellos más agradable. Por beber posponen todo.

Mientras tienen qué beber, beben, beben una hora, un día, dos días, dos meses. Son capaces de pasárselo bebiendo hasta reventar. Beber el olvidar, reír, gozar.

No teniendo aguardiente o vino, beben chicha o piquilín. Esta vez estaban de fiesta con vino. El acto está sujeto a ciertas reglas, que se observan como todas las reglas humanas que se puede. Se inicia con un yapaí, que es lo mismo que si dijéramos: the pleasure of a glass of wine with you (el placer de tomar un vaso de vino con usted), para que vean los de la colonia inglesa que en algo se parecen a los ranqueles. (…) La persona a la que se dirigen, contesta yapaí. Bebe primero el que invitó, hasta que no queda una gota, llena después el vaso, copa o jarro o cuernito exactamente como él lo bebiera, se lo pasa al contrario, y éste se lo echa al coleto diciendo yapaí.

Por supuesto que no conozco nada peor visto que una persona que se excuse de beber”

La fiesta terminó, como todos se imaginan, en una formidable borrachera.

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